TOXICIDAD…
A veces en las familias puede haber cierta toxicidad, con la presencia de personas, que son demasiado exigentes, manipuladoras o sobreprotectoras. Esa actitud les lleva a vigilar al resto de la familia, en exceso, sus entradas y salidas, los móviles, no dejan decidir a sus familiares, que cometan errores, que aprendan, que crezcan, ni elegir sus amistades, a todo le sacan punta.
Si alguien de la familia falla, lo ven como un gran error y fracaso, les critican cualquier paso en falso o hacia atrás. Son personas “criticonas”, más que críticos, atacando a la persona, haciendo continuos reproches ante cualquier actuación. Además, les llevan a su terreno con artimañas poco sinceras, controlando, chantajeando y manipulando para salirse con la suya y tener al otro donde él considera oportuno.
Estas personas no se caracterizan por tener demasiadas habilidades sociales o ser asertivos sino que son autoritarios, (“lo digo yo, porque sí”). No admiten otros puntos de vista y la comunicación que debiera ser bidireccional se queda en unidireccional. Ese tipo de comunicación tan literal, radical, hace que la afectuosidad se vea reducida a la mínima expresión, por lo que el modelo a seguir para el resto de la familia, no es muy halagüeño.
En alguna ocasión, pueden culpar al resto de la familia de sus fracasos personales o sueños inalcanzados, pretendiendo que éstos vivan la vida que ellos no han vivido. Esa toxicidad proveniente de los padres u otros miembros de la familia no es buena, puede que algún familiar no llegue a ser una persona autónoma, ni logre una identidad o buena autoestima.
En la mayoría de los casos, estas personas deberían escuchar más al resto de miembros de la familia, ser más empáticos, asertivos, respetuosos. Ser conscientes que, cada persona, necesita su tiempo y espacio, caerse para volver a levantarse. No todo tiene que ser perfecto y el error forma parte de nuestras vidas.
Tomado de: «No hay una rubia buena»
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